OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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LA "JUANA DE ARCO" DE JOSEPH DELTEIL1
Jeanne d'Arc, de Joseph Delteil, ha ganado el premio Fémina. Pero me complazco en declarar que no es por esto que lo pongo aquí. Una consagración académica no me parece un motivo para leer un libro. Me parece, más bien, un motivo para no leerlo. El premio Fémina no quita ni agrega nada al mérito del romance de Joseph Delteil. El interés de este libro está, sobre todo, en el interés actual del tema. Juana de Arco es un tema de la época. En la obra de Joseph Delteil, en la obra de Bernard Shaw, no se puede ver fundamentalmente una criatura de la fantasía y de la voluntad, han aprehendido una emoción del espíritu contemporáneo. Cualquier tiempo puede producir una vida de Juana de Arco más o menos profana. Pero no una interpretación viva ni una imagen nueva de la Doncella y de su mundo. Y el deseo de lograr esta interpretación, esta imagen, es, precisamente, el sentimiento que inspira así el libro de Delteil, como el de Shaw. Los personajes de la historia o de las fantasías humanas, como los estilos y las escuelas artísticas o literarias, no tienen la misma suerte ni el mismo valor en todas las épocas. Cada época los entiende y los conoce desde su peculiar punto de vista, según su propio estado de ánimo. El pasado muere y renace en cada generación. Los valores de la historia, como los del comercio, tienen altas y bajas. Una época racionalista y positivista no podía amar a la Doncella. Su concepción de Juana de Arco era la destilada, laboriosa y lentamente, por el maligno alambique de Anatole France. Pero, en esta época, sacudida por las fuertes corrientes de lo irracional y lo subconsciente, es lógico que el espíritu humano se sienta más cerca de Juana de Arco y más apto para comprenderla y estimarla. Juana de Arco ha venido a nosotros en una ola de nuestra propia tormenta. Joseph Delteil, con su bizarra vehemencia, cree ser hoy el solo hombre capaz de comprender a esta criatura. Elle m'est aussi aussi naturelle que'une soeur,2 escribe Delteil en el prefacio de su libro. Pero no le hagamos caso. De la misma manera pretenden acaparar a Juana de Arco todos los que la declaran suya. Y, en particular, aquellos de quienes el espíritu de la Doncella —espíritu esencialmente revolucionario— está más distante. Los monarquistas de L'Action Française, verbigracia. Mas se debe reconocer a Delteil el mérito literario de ofrecernos la más fresca y viva imagen moderna de la Doncella. Su Juana de Arco brota de la tierra. Delteil no intenta explicar lo inexplicable. En su romance, la Doncella dialoga con Santa Catalina y Santa Margarita, como dos muchachas de la campiña. No hay pathos, no hay éxtasis, lo maravilloso es presentado con toda ingenuidad, con toda sencillez, como en las fábulas de los niños. Lo inverosímil no pretende ser verosímil. Conserva intacto y virginal su candor. Pero no reside en esta combinación de lo maravilloso y lo natural el acierto del novelista. Reside, más bien, en el simple y fuerte realismo de la imagen. La Jeanne d'Arc de Delteil, es ante todo, humana, muy humana. Es una sencilla y robusta criatura, sana de cuerpo y alma, sin complejidades y sin sombras. Es una lozana hija del pueblo, nacida para la vida, el amor y la creación. En un capítulo de su romance, Delteil traza un «pequeño retrato a gruesas líneas» de su agonista. Empieza por fijar su propia posición filosófica: «Toda acción verdaderamente grande comporta una parte de desconocido, de divino. El fenómeno no admite explicación humana. Lo maravilloso rompe la razón. La actitud racionalista es absolutamente mezquina ante una Juana de Arco. Las fuerzas de la naturaleza, el genio, la felicidad, el arte, escapan al razonamiento». Delteil sitúa a la Doncella en un plano divino. «No hay asimilación posible entre Juana y Napoleón. La una es del dominio de Dios, el otro del dominio del Genio. (Y cuando yo digo Dios, ruego a los no creyentes reemplazar a su guisa esta palabra por otra: Pan, Ser Supremo, Gran Todo, etc.)». Pero, en seguida, Delteil desciende de la abstracción. «Y sin embargo —escribe— Juana de Arco no es un puro milagro. Esta flor tiene raíces. Las apariencias razonables, racionales (digo apariencias) están hasta cierto punto salvaguardadas. En Juana los planos divino y humano coinciden. Juana poseía todas las cualidades humanas capaces de hacer una Juana de Arco». La criatura que Delteil nos muestra es una perfecta y viviente criatura de carne y hueso. «Juana es toda salud. ¡Qué tontería hablar de histeria! Es una bella campesina de Francia, nutrida de alimentos simples, carnes indígenas, legumbres frescas, bien plantada sobre sus fuertes muslos, los sólidos pies sobre la tierra. El sistema respiratorio y circulatorio intactos. Un poco sanguínea, tal vez, con sangre espesa en sus grandes venas, una carne tranquila de franco animal, la piel elástica y profunda. Su cuerpo es un templo antiguo, sin florituras, pero construido sobre bases eternas. Todo en ella es síntesis, densidad y proporción». Este es el barro. Esto es lo físico, lo material. ¿Cómo es lo espiritual, lo síquico? Delteil encuentra para su definición fórmulas breves y justas. «Al servicio de este amplio cuerpo, un temperamento de fuego. La salud física es un elemento estático. El temperamento es el principio dinámico. La salud tiene un sentido quieto. El temperamento tiene un tono revolucionario. En Juana las dos potencias se alían y se compenetran. Es impulsiva, impetuosa. Si su carne es toda salud, su alma es toda pasión. Respira, come, quiere, ama, odia, con vehemencia». He ahí la mujer. La heroína, la santa, no se dejan captar tan esquemáticamente. Delteil nos invita a admirar, ante todo, su magnífica audacia, hija de su juventud. «Sólo la juventud —escribe Delteil— puede salvar al mundo. La experiencia y la vejez son los más temibles microbios del hombre». Luego sostiene que la suprema virtud de Juana es su ignorancia. Juana desconoce la duda, desconoce la teoría. «Infalible como una paloma mensajera, Juana de Arco es la glorificación del Instinto». Joseph Delteil se complace en constatar que «todas sus victorias son irregulares» y que «a una bella derrota, conforme con las reglas, prefiere una victoria defectuosa». Pero esta ignorancia y esta ingenuidad son las del genio. En el fondo de tanto transparente candor, rutila la malicia de la campesina. La doncella de Donremy es aguda, alegre, lista. «Como todos los seres fundamentalmente buenos tenía en el alma un ápice de burla». Todas sus decisiones están llenas de buen sentido. Bernard Shaw ha escrito una obra relativista. Joseph Delteil, una obra apologética. El dramaturgo británico se pone en el punto de vista de Juana y de sus jueces. El novelista francés no conoce ni admite otro punto de vista que el de Juana de Arco. La Pucelle3 combate el Mal, el Error, el Pecado. La obra de Shaw, más que una defensa de Juana, es una defensa del Obispo Cauchón. Delteil no se ocupa de Cauchón sino para maldecirlo y vituperarlo. Lo llama «el obispo de alma de asno, el bastardo de Judas, el cerdo de la Historia». El romance de Delteil es una apología fervorosa de la Santa. Delteil ha escrito su romance con amor, con pasión. La prensa ortodoxa, sin embargo, lo ha condenado. ¿Por qué? El naturalismo de ciertas páginas le parece sacrílego. La Iglesia no puede admitir que se hable de una santa como de una mujer. Los nacionalistas de L'Action Française se han mostrado, en cambio, inclinados a adoptar esta Jeanne d'Arc, si Delteil consiente en la supresión de algunas frases irreverentes. Y tenemos así a Delteil en flirt con la extrema derecha orleanista, en el mismo momento en que el grupo superrealista, siguiendo la trayectoria lógica de su pensamiento y aceptando las últimas consecuencias de su protesta, se fusiona .con el grupo clartista,4 bajo la bandera de la revolución. Joseph Delteil se declara "casi" católico. Hasta hace poco teníamos derecho para considerarlo, además, casi superrealista. O sea casi revolucionario. Y aquí está el lado flaco de su personalidad y de su obra. Esta palabra que él mismo ha buscado para calificarse, sin comprometerse demasiado, explica y define todo Delteil: Presque, casi. Su Jeanne d'Arc, que encierra tantas bellezas y define tantos aciertos, podría, tal vez, haber sido una obra maestra. Pero después de leerla, se siente que algo ha fallado en ella. También en su libro, Joseph Delteil se ha detenido en el casi.
NOTAS:
1
Publicado en Variedades: Lima,
6 de febrero de 1926. Desde el quinto párrafo apareció como una nota critica
a la citada obra en Libros y Revistas: Nº 2. pp. 9-11; Lima, Marzo y
Abril de 1926.
2
Ella me es tan natural.
3
La Doncella. 4 Clarté, revista dirigida por Henri Barbusse.
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